No es difícil entender que todo tipo de maltrato, es una violencia hacia una persona de cualquier género o condición humana, pero, esta vez me refiero a un tipo de maltrato que podríamos denominar silencioso, por algunas razones:
- Sucede en general, aunque no es condición, en un ámbito privado.
- La víctima del maltrato, se encuentra con trabas de diversos tipos para escapar del mismo, desde emocionales, económicos, culturales o simplemente un problema psicológico producido por el mismo maltrato recibido.
- La sociedad en general y el entorno familiar, o cercano, suele o no percibir este tipo de maltrato, o lo justifica y/o ignora incluso a propósito.
- En muchos casos cuando la víctima intenta dar a conocer su situación en forma policial o judicial, logrando vencer miedos, se encuentra con grandes dificultades para ser comprendido en las generales de la ley, y muchas veces es tratado como una persona enferma por otras causas. Pasando todo a ser “fantasías personales”, “enfermedades psicológicas no atendidas en forma previa” y hasta incluso “una actitud de dolo contra quien denuncie” sin investigación debida del caso.
- Es válido aclarar que este maltrato se produce en parejas y todo tipo de relaciones familiares, e incluso sociales, como también en todo ámbito y/o lugar.
Todas estas situaciones generan ese silencio que va provocando mucho más daño que el ya recibido, en el día a día.
Todos, en cualquier edad, siendo de cualquier género, necesitamos ciertas condiciones de vida que nos dejen crecer, y avanzar en la procuración de la afirmación de una identidad, de nuestro ser persona humana. Las condiciones para ello, pueden ser de por sí más fáciles, más a favor, o más complicadas. Sin embargo, el maltrato procura un daño real, específico y suele tener como fin la dominación, el control y la obtención de la anulación del otro para beneficio o placer propio, y como arma utiliza el autoritarismo, y la manipulación directa de sentimientos, medios económicos, y sobre todo de los miedos del maltratado, llevándolos a un punto en que el temor lo rodee todo y lo lleve a cierta aceptación de su condición, por anulación de pensamiento, y fobias creadas en forma sistemática.
El maltrato psicológico es utilizado entonces a través de ciertas palabras y frases claves que se llevan a la realidad del maltratado con intención perversa: “Tú no puedes”, “Tú no debes”, “Tú no entiendes” …porque si intentas poder, no lo lograrás, no tienes capacidad, no lo tienes claro, no tienes cerebro para ello, no tienes habilidad para nada; y si intentas hacer lo que crees debes, verás que no tienes análisis correctos, todo está equivocado, no ves las consecuencias, porque no eres capaz de pensar más allá de tus narices… Y así, la ametralladora de la desestimación de la persona, va limando la personalidad, la identidad, y la fe que se tenga en uno mismo.
Primero surgirá el juego de “todo lo que se te dice y obliga a hacer, es por tu bien”. Procurando justificar el maltrato, y hacerlo pasar como la gran ayuda, el gran consejo y la lucha para hacerte mejor.
En un segundo estadio, “las rebeldías” serán castigadas levemente, con largos sermones, sobre la conveniencia de que “hagas caso”, que “veas lo que te muestran, no lo que es”, “que aceptes que no sabes ver la realidad pero sí que por suerte tu maltratador está allí, para salvarte”. Y todo esto será claro aumentado al punto de que tengas fobias: que no puedas salir de tu casa por miedo, que no quieras tener ningún proyecto porque seguro estás en un error cuando crees poder con ello, que la fobia social te inunde, que la autoestima vaya desapareciendo, y pases a ser una “entidad manipulable”, y entonces, te incapacitan.
Lo tercero es que tengas “consecuencias por tu bien”, no castigos, sino caminos que te ayuden a entender más, y entonces los miedos que te contaron, se harán realidad pero no por el “afuera”, sino por el mismo que te advirtió y supuestamente ayudó, será quien se haga cargo de que “veas” las consecuencias.
El último estadio ya implicaría la violencia física directa, pero, si nos quedamos en este punto ya tenemos una persona con discapacidad, lograda en un día a día de terrores creados y supuestas certezas sobre ella y su ser, que como la mentira repetida se va haciendo verdad en la víctima.
Tener una capacidad diferente es una cuestión, caer en discapacidades sociales, emocionales, culturales, por la injerencia negativa de una persona seguramente también enferma es otra muy distinta.
A veces notamos estos maltratos a simple vista, con solo prestar atención, personas que sin razones médicas existentes se encierran en silencios, se apartan de toda cuestión que implique una opinión, evitan contactos, se paralizan ante cualquiera que levante la voz, o incluso hacen gestos protectores de su persona si alguien hace algún otro gesto ampuloso sin querer. El miedo se nota en sus ojos, y a veces hasta el pánico si se ven presionados, parecen nunca haber dormido bien, y suelen tener problemas para coordinar pensamientos y decisiones, porque temen no saber, no poder, no deber pensar ciertas cosas, o hacer otras. Caen en pozos profundos, que lógicamente ocultan a su maltratador, y simulan, porque también están solos con sus miedos y su falta de creencia en que alguien se dignará a ayudar en forma debida, sin que sufran consecuencias, por ello negarán el maltrato, y defenderán al maltratador, no tanto por ningún Síndrome de Estocolmo, sino porque las consecuencias que ya existen, las viven, y sufren y nadie está allí. El “no podré escapar, no podré salirme de esta situación” lo inunda todo.
El trabajo de devolver a la vida a alguien que haya vivido este maltrato psicológico unido muchas veces al final a la violencia física, es una tarea ardua, es intentar reconstruir a una persona en forma lenta, porque ya no tiene confianza, no tiene fe, y tiene miedos, inseguridades extremas, y sufre de parálisis automáticas ante cualquier dilema; en el tiempo fue perdiendo capacidades de decisión, de poder contar con esa cuota de riesgo que nos hace emprender cosas para la vida, no cree en su persona, y no puede despertar a una realidad, porque la que ve, la única que ve, es la de su maltratador que le grabó en la mente y en el alma su impronta perversa.
Luchar contra el maltrato entonces es luchar contra la discapacidad también, y recuperar la diferencia que tenía una persona cuando era ella misma, porque sí, lo diferente debe ser amado y cuidado, si anulamos la diferencia de la que gozamos, destruimos la esencia humana, y no despertamos a nada, porque nos quedamos en la más sólida obscuridad.
Las diferencias humanas nos pueden llenar de luz, si las valoramos y ayudamos a crecer al otro en su querer vivir la vida; violentar las diferencias solo lograrán opacar a toda la humanidad.
Lic. Pedro Roberto Casanova